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jueves, 26 de noviembre de 2015
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En el mensaje de Jesús la ley suprema del amor es:
a. Caridad asistencial.
b. Compasión sensiblera.
c. Deber por el deber.
d. Beneficencia indiscriminada
e. Amor de justicia.
lunes, 23 de noviembre de 2015
Vida de San Pablo
SAN PABLO
Saulo de Tarso, más conocido como San Pablo de Tarso, fue un
ferviente apóstol del cristianismo que en los primeros años de nuestra era se
ocupó especialmente de difundir el mensaje que Jesucristo vino a dejarnos en la
tierra y en ese camino terminó por convertir al Cristianismo, la doctrina
religiosa que nació con Jesús, en religión universal.
Pablo habría nacido entre los años 5
y 10 en Tarso justamente, una ciudad que ocupa el territorio que hoy pertenece
a Turquía; asimismo, Saulo, disponía de la ciudadanía romana.
Si bien Pablo había nacido en el seno
de una familia de judíos fariseos, en el marco de la cultura helena y de haber
participado en las primeras persecuciones que se perpetraron contra los
cristianos, durante un Viaje a Damasco, poco tiempo después de la crucifixión
de Jesús, se convertiría a la nueva fe que en aquel tiempo era considerada una
secta herética del judaísmo, según supo relatar, habría sido el mismísimo Jesús
quien se le apareció en ese viaje y lo invitó a difundir la buena nueva y así
lo hizo…
Respecto de su formación, Pablo
contaba con una sólida formación académica que incluía conocimientos sobre
teología, filosofía, hechos jurídicos, lingüística y mercantil, además, hablaba
perfectamente los idiomas: griego, latín, arameo y hebreo, situación que por
supuesto le abriría el camino para la difusión de su mensaje.
Para concretar su misión, San Pablo,
viajó por diversas partes del mundo: Grecia, Asia Menor, Siria, Palestina,
también, escribió cartas a diferentes pueblos del mediterráneo, entre otros.
Más de la mitad de los Libros del
Nuevo Testamento de la Biblia se le atribuyen a San Pablo.
Cabe destacar, que conceptos como los
del pecado original, la creencia que Jesús murió en la cruz por los pecados de
los hombres y que su sufrimiento redime a la humanidad, que Jesucristo era el
mismísimo Dios y no tan solo un predicador, el rechazo de la sexualidad y la
subordinación de la mujer, entre otros, se le deben a San Pablo.
En Jerusalén, sus ideas no fueron
aceptadas de ningún modo por los judíos más ortodoxos, en tanto, una vez allí
fue detenido, juzgado y enviado a Roma, donde probablemente murió ejecutado
cuando corría el año 67.
El principal santuario de San Pablo
es la Basílica de San Pablo Extramuros em Roma, Italia.
... Fuente http://www.quien.net/san-pablo.php
Los orígenes de la Iglesia
LOS
ORÍGENES DE LA IGLESIA
Durante los tres años del Ministerio
de Jesús se pusieron las bases para que los apóstoles continuaran la tarea
agrupados en una misma Fe y una misma causa. La Iglesia es la estructura
oficial de la comunidad de los cristianos.
Tras la subida del Señor a los cielos
el germen de la Iglesia, los once Apóstoles que quedaron tras la traición de
Judas, realizaron un primer acto eligiendo al sustituto del traidor. Cincuenta
días después de Pascua, el día en que se celebraba la fiesta de Pentecostés,
los Doce Apóstoles se encuentran meditando su destino, tratando de asumir lo
mejor posible la gigantesca responsabilidad que han de cargar sobre sus
espaldas. En ese momento, Dios envía al Espíritu Santo para que les cubra con
su cálido aliento divino, acorazando su Fe y mostrándoles el Divino Camino a
seguir. Junto a ellos se encuentra la Virgen María, a la que Dios llena de
Espíritu Santo reconociendo en ella todas las virtudes humanas que acercan al
hombre a su Creador. Pentecostés es el inicio de la misión evangélica de la
nueva Iglesia que Dios envía para salvar al hombre de su propio mal: la Iglesia
constituida por Cristo y abierta a los hombres por el Espíritu Santo.
Aquella Iglesia primitiva constituida
por doce hombres y una mujer tiene hoy su continuación en nuestra Iglesia, con
miles y miles de hombres y mujeres que, repartidos por todo el mundo, viven el
Evangelio transmitiéndolo enseñando en facultades o curando enfermedades en la
selva, oficiando la Misa o repartiendo ayuda a las víctimas de una catástrofe.
La Iglesia, nuestra Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, es sin embargo
obra de hombres que cometen errores. Esos hombres concretos que han cometido esos
errores concretos y que todos los cristianos debemos aceptar y asumir con
humildad, no desmerecen la obra de nuestra Iglesia, una obra inspirada por Dios
que durante dos mil años ha transmitido incansablemente la Buena Nueva. Con los
errores propios de una obra de hombres, pero también con los aciertos propios
de la Inspiración de Dios.
La Iglesia de los primeros tiempos es
la Iglesia de Pedro y Pablo, de la evangelización y de la persecución. La
Iglesia de los primeros mártires. En esos momentos de gestación se produjo un
conflicto entre los cristianos de origen griego y los cristianos de origen
judío. Los cristianos helenos no querían tener que someterse a la Ley mosaica
antes de ser bautizados ya que ello les imponía una serie de pesadas normas y
rituales que ellos consideraban anacrónicos, como la circuncisión. Los
apóstoles y cristianos notables se reunieron en el llamado concilio de
Jerusalén, el primer concilio que gracias a los buenos oficios de Pablo
consigue sacar la Buena Nueva del ámbito judío e inicia la evangelización de
toda el Asia Menor y Grecia, abriéndose a toda la Humanidad, a todas las razas
porque entiende que el Mensaje de Cristo es un mensaje universal, un mensaje
católico.
Pablo continuará la evangelización
del ámbito griego mientras Pedro viaja a Roma. El año 64 el demente Nerón
probablemente provocó el incendio de Roma para llevar a cabo sus absurdos
proyectos urbanísticos sobre las cenizas de la Urbe, pero el pueblo se le echó
encima sospechando la verdad y él no tuvo otra ocurrencia que echarles las
culpas encima a los cristianos, considerados entonces una pequeña escisión del
judaísmo. En esa primera persecución centenares de cristianos fueron
martirizados, entre ellos Pedro y Pablo. La presencia de los dos apóstoles en
Roma habrá de ser decisiva para la creación de una Iglesia que pasará a ser la
más vigorosa y fuerte... y la más perseguida.
El año 66 estalla la rebelión de los
judíos que terminará el año 73 con la toma de Masada y entre medias, el año 70,
con la destrucción del Templo de Jerusalén. Los cristianos judíos son excluidos
del nuevo judaísmo propugnado por los fariseos, con lo que la Iglesia de Roma
pasa a ser el punto de referencia absoluto.
Sin embargo, durante el siglo I
aparecen las primeras herejías o desviaciones de la doctrina que causan un
grave conflicto en el seno de la Iglesia, una Iglesia que aún no se ha
estructurado. Estos movimientos provocaron que a principios del siglo II se
estableciera el canon (norma) del Nuevo Testamento, introduciendo en él los textos
que conocemos: Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis y excluyendo otros.
Además, la figura del obispo adquiera cada vez mayor importancia al ser
reconocido como el guía de la comunidad y autoridad en materia doctrinal. Así
se gesta la Iglesia como institución jerarquizada que dicta los dogmas, lo que
provoca tensiones, pues hay grupos de cristianos que no creen en la
jerarquización del cristianismo y propugnan la vuelta a los orígenes más puros
del cristianismo, pero este movimiento será aprovechado por los grupos
heréticos para tratar de imponer sus teorías, lo que causará el recelo de la
mayoría de los cristianos.
En el año 132 estalla la segunda
rebelión de los judíos que terminará con la destrucción de Jerusalén en 135 y
la deportación masiva de los judíos fuera de Palestina. Al igual que en el año
70, todo el odio del Imperio contra el judaísmo se vuelve también contra el
cristianismo que no sólo tiene que luchar contra sus enemigos externos sino
también contra la proloferación de herejías. Es por esta causa que la Iglesia,
ya organizada y jerarquizada, dicta los dogmas de Fe apartando de su lado a
todo el que los discute. Evidentemente, en medio de una persecución que busca
su aniquilación, el ponerse a discutir sobre asuntos dogmáticos era hacerle fácil
el trabajo al verdugo imperial.
Las continuas persecuciones a las que
el poder imperial de Roma somete a la Iglesia sólo contribuyen a reforzar la Fe
de los cristianos y a que la población pagana empiece a verlos con simpatía
ante las atrocidades que sufren. Las persecuciones diezman a la Iglesia, pero
la Fe de los cristianos hace que tras cada asalto surja nueva y renovada, más
fuerte y más sólida mientras el poder imperial se desangra en luchas civiles.
Tras la gran persecución de Diocleciano, la guerra civil estalla en Roma por el
control del trono imperial y tras larga lucha Constantino se alza con la
victoria en Puente Milvio gracias al apoyo de los cristianos, hartos de
crueldades y guerras. Así, la Iglesia es finalmente reconocida como una religión
de derecho por el emperador Constantino y su edicto de Milán del año 313 de
nuestra era.
Con Constantino la Iglesia Católica
se convierte en el puntal ideológico del Imperio Romano. Atrás quedan ya,
afortunadamente, las terribles persecuciones, las deportaciones, los
destierros, las ejecuciones.
La caída del Imperio Romano convierte
Europa y el norte de África en un solar, y la única institución visible entre
todo ese caos es la Iglesia. Una Iglesia que, conforme nos adentramos en la
Edad Media se va jerarquizando más y más. Surgen los monasterios que serán los
únicos centros de cultura medievales y las órdenes religiosas que, en su
mayoría, tratarán de dar a la Iglesia un rostro más evangélico, pero la
contaminación medieval alcanza a todo y a todos. Ante las herejías surge la
Inquisición que pasará de la simple amonestación a la ejecución en la hoguera.
La Edad Media supuso un retroceso a la Humanidad de diez siglos y la Iglesia,
obra inspirada por Dios pero en manos de hombres, sufre la contaminación de
esta época oscura y terrible. La expansión del Islam y la ruptura definitiva
con la Iglesia Oriental de Constantinopla no contribuyen precisamente a mejorar
el negro panorama. Pero por encima de todos estos gigantescos problemas en
medio de un mundo que no sabe a dónde va, la Fe es mantenida por hombres
inspirados por Dios que le dan a la Iglesia proyección universal.
Hombres como San Francisco de Asís
que hace suyas las más grandes virtudes de los primeros apóstoles: la fortaleza
de Pedro y la disponibilidad de Pablo. Su ejemplo enerva los corazones de los
hombres y mantiene viva la llama de la Fe. El fin de la Edad Media nos trae una
triste ruptura: la protagonizada por Lutero, Calvino y Enrique VIII que se
montan unas iglesias a su medida, al servicio de sus intereses personales. Si a
Lutero podemos reconocerle su equivocación motivada más por presiones políticas
que religiosas (la nobleza alemana deseaba el control de la Iglesia y al no
conseguirlo se produce el cisma), a Enrique VIII sólo podemos reconocerle su
vileza en crearse una iglesia para él solo porque Roma no le concedía el
divorcio y al fanático Calvino nada más que sus millares de asesinatos. Y,
evidentemente, la Iglesia Católica, frente a esta situación también se
radicaliza. Una triste época sin duda que nos ha dejado posos aún dolorosos.
A partir del Concilio de Trento en el
que la Iglesia Católica se acoraza frente a los peligros externos, asistimos a
la pérdida del poder temporal de la Iglesia, lo que es malo para los
eclesiásticos que lo detentaban pero muy bueno para la propia Iglesia ya que la
acercó más y más al mundo al que debía servir y del que no debe separarse.
El Concilio Vaticano II, iniciado a
mediados del siglo XX por Juan XXIII, "el Papa bueno" y concluido por
su sucesor Pablo VI, ajusta el papel de la Iglesia que no sólo está formada por
los sacerdotes, los religiosos, los obispo, los cardenales y el Papa, sino por
el conjunto del PUEBLO DE DIOS, que somos todos los católicos por igual. Todos
juntos, todos unidos en una misma Fe en una misma Iglesia. La Iglesia afronta el nuevo milenio
con incertidumbre pero segura de cuál es su destino universal. Analicemos estos
problemas en el siguiente capítulo.
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